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Acostumbro a anteponer la Razón al Sentimiento. A diferencia del nacionalista parcelario, me escudo en la Razón para salvaguardar lo que es mío: la Libertad. Mío no es el código lingüístico en el que por lo común me comunico, ni siquiera es mi patria un territorio determinado por más que haya nacido sobre él y en estos precisos momentos en él madure. Quizá por tan saludable inclinación doctrinal jamás colgó del balcón de mi casa bandera alguna, ¿y del suyo? Si alguien advierte sombra alguna de Nacionalismo en mi proceder es tanta como admite la concordancia con el mismo rigor argumental que me espolea a preferir Catalunya a la Tribu. Por consiguiente, es razonable que me sienta más español que catalán y prosiguiendo en este orden de razonamientos, más europeo que español, pero más cosmopolita que europeo. Es decir, que me tengo por lo que se da en llamar un internacionalista por antonomasia. No soy amigo de comulgar con nacionalistas al uso, mas no me duelen prendas si participamos de algún postulado. Antaño, mi abuelo materno fue recluido tres años en un campo de concentración franquista; hogaño, otros nacionalistas, desde instituciones públicas en Catalunya me conculcan derechos lingüísticos e ideológicos de modo totalitario; esto es, vulnerando el código legal vigente del que nos hemos dotado todos en Democracia. Rechazo de plano pasar de un extremo a otro; no obstante, entre mis preferencias no hallará doblar el espinazo o arar el mar. Por lo tanto, colaboro codo con codo con señalado partido político o deposito mi papeleta de voto en democrática urna aunque no comparta el ideario completo a pies juntillas. Vaya, que como me sé insignificante sólo trato de inclinar mínimamente la balanza programática de quienes nos gobiernan desde nuestras administraciones oficiales. Después de 43 años por estos parajes y algunos menos en uso de razón, aún no he tropezado con lengua o patria alguna que engendre seres humanos de sublime virtud. En último extremo, no soy individuo que ande arreglando discordancias a pedradas, conque de usted, que reside en suntuosa morada ideológica, sólo deseo apaciblemente que no me mire de través y santas pascuas.

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