miércoles, 16 de octubre de 2013

Mal piensa quien no es bueno

Desde hace dos años se está celebrado en Cataluña el 12 de octubre, día de la Hispanidad, con un éxito que va en aumento, como quedó demostrado la semana pasada. En Barcelona ese día, al menos en los aledaños de Plaza de Cataluña, que es donde discurren los actos en favor de la unión de todos
los españoles, se vive un ambiente de festividad y buena armonía como en pocos lugares y ocasiones se ven por estas latitudes. A pesar de ello, cuando se acerca el consabido acontecimiento empiezan sospechosamente a surgir multitud de voces, afines al nacionalismo o al independentismo, desde instituciones y medios de comunicación públicos o privados, que tratan por todos los medios de asociar a grupos radicales y violentos con una concentración cívica y festiva. Pues bien, el primer año no acertaron; el segundo, tampoco. Es más, los únicos actos violentos que se registraron, un año y el otro también, fueron perpetrados por radicales independentistas, como la inmensísima mayoría de episodios de naturaleza política que se produce en Cataluña a lo largo de todo el año. No obstante, tengo el convencimiento de que el año que viene, cuando se acerque el gran evento, volveremos a oír a líderes políticos de Cataluña y su caverna mediática hablar de la cara de serafines que gastan los independentistas y de cómo van medrando en la base del cráneo de todos los demás, cual si fueran demonios, unas rarísimas protuberancias calcáreas.

lunes, 14 de octubre de 2013

¡Atrévase a prarafrasear a Artur Mas!

Me da en la nariz que las cosas en Cataluña discurrirían por otros derroteros si se parafraseara cabalmente a cierto fracasado político, que en las elecciones del 25 de noviembre de 2012 acabó por segunda vez en la Presidencia del Govern, cuando afirma que “es más fácil contar votos que manifestantes”. Bien mirado y complementando la anterior afirmación, sería más fácil contar votos como lo haría cualquier catalán de bien a como lo hace esa Ley Electoral que los nacionalistas como Artur Mas
se niegan sistemáticamente a cambiar legislatura tras legislatura. Es más, para evitar llamarse a engaño, cualquier otra paráfrasis que hiciera un ciudadano de a pie, realmente preocupado por el resto de sus convecinos, sobre las tercas peticiones de referéndum que llevan a cabo los nacionalistas, pero relativa a otras cuestiones verdaderamente necesarias y urgentes para el pueblo llano en Cataluña, serían rechazadas de plano desde la mismísima Generalitat. Es decir, que bastaría, para desenmascarar las reales intenciones de las élites gubernamentales autonómicas, con exigir una consulta, por ejemplo, para volver a reglamentar, según el parecer popular, esos escandalosos sueldos que se embolsa la inmensísima mayoría de políticos en cualquier ámbito institucional catalán y que tantísimo daño infringen al bolsillo del contribuyente, al tiempo que socavan la capacidad de ofrecer servicios públicos básicos a los más necesitados de nuestra sociedad. Para concluir esta introspección de la política actual en Cataluña, sin desviarse un ápice del tema en cuestión, viene que ni pintado parafrasear al refranero popular y dejar más claro que el agua que los intereses de los políticos nacionalistas y la pobreza del pueblo todo es una pieza.